La noche ya va cayendo
cargada de soledad,
en el cielo cuatro
estrellas,
y una luna deslavada
que apenas puede alumbrar.
El río pasa despacio
por medio de la ciudad,
silencioso… muy callado,
no queriendo molestar.
Allá arriba en la colina
el viento empieza a soplar,
los árboles se estremecen,
tienen miedo al vendaval,
pues cuando llega enojado
les suele zarandear.
Poco a poco el silencio
se adueña de la ciudad,
las luces se han apagado,
las almas descansan ya,
los grillos en el collado
han dejado de cantar.
Todo ha quedado dormido,
sólo el reloj de la torre
marcando las doce está.
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