Aquella tarde de otoño
Cuando los mirlos cantaban
Y las nubes en el cielo
Guirnaldas de oro pintaban
Nuestros cuerpos se enredaron
Entre aureolas de plata
Tú soñabas en silencio
Yo en tus ojos me miraba
Con murmullos de misterio
El viento nos arrullaba
Entre cascadas de estrellas
Lenta la noche caía
El fulgor de una centella
Puso en mi rostro la huella
De una lágrima perdida
Que entre tus labios moría
El pecho liberó un suspiro
Colmando de nostalgia el aire
Y en deslumbrante delirio
Nuestros cuerpos se fundieron
Entre rosas de fuego y sangre
Aquella tarde de otoño
Cuando los mirlos cantaban
Ungimos de amor nuestros cuerpos
Bajo las nubes doradas
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