Hoy
mis ojos nacen a la vida
que
pasa a través de una ventana,
una
ciudad pálida y opaca,
despertando
perezosa y desganada.
Gentes
hacinadas, con mirada ausente,
transitan
veloces, rompiendo el aire,
bajo
una bóveda gris de acero,
cual
hirsuto y alborotado avispero.
Restos
de sombras persistentes
abandonan
rabiosas la mañana,
dejando
tras de sí en el aire,
halos
de luz diáfana y azulada.
Un
triste y famélico rayo de sol,
lucha
por salir, con desespero y tesón,
pero
muere exhausto en el intento,
aplastado
por torres
de
hierro y de cemento.
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