Hoy hace un mes querido Blacky que te fuiste y aún te lloro.
No quiero recordarte con tristeza sino con la alegría de haber disfrutado de ti
16 años, con la alegría de haber tenido a mi lado alguien tan noble, tan tierno
y tan cariñoso, alguien que nos ha hecho
tanta compañía y con quien hemos compartido tan buenos momentos pero te echo
tanto en falta que todo me recuerda a ti, y a veces incluso me parece que estas a mi lado o creo escuchar el ruido de tus pasitos
por la casa y al darme cuenta que sólo es mi imaginación y el deseo de tenerte
conmigo, pero que eso ya nunca podrá ser, se me encoge el corazón y no puedo
evitar el llanto.
Escasamente un mes tenías cuando llegaste a nuestra
vida y desde el primer momento te
sentimos ya parte de ella. Eras una bolita
pequeña, peluda y negra, con unos ojos que brillaban como dos estrellas. Unos
ojos que, al cabo del tiempo, sabíamos entender lo que con ellos nos decías. No
hablabas, pero no hacía falta, tus ojos
lo decían todo y tú también nos entendías. Detectabas nuestros estados de ánimo
y te alegrabas cuando nos veías contentos y te entristecías cuando nos veías
preocupados o tristes. En esos momentos no te separabas de nuestro lado
tratando, a tu manera, de consolarnos. Te aseguro, cariño mío, que lo conseguías.
Pero eso ya nunca podrá volver a ser. Nunca más pequeño mío
pasearemos juntos por el parque, ni jugaremos con la pelotita que tanto te
gustaba morder, ni podré cogerte en brazos para darte mimos como si fueras un
bebé, ni sentir la ternura que me daba verte acurrucado en tu camita mirándome
con dulzura y con la tranquilidad de
saberse protegido y muy querido. Por ello, mi pequeñín, aunque no quiero
llorar, las lágrimas se me escapan sin poderlo remediar.
Ahora sólo me queda tu recuerdo, que nunca jamás de mi se
irá y una bella cajita de madera con tu nombre y tus cenizas. Aunque tu alma
esté ahora en ese cielo que seguro había para ti, no quería que ese pequeño
cuerpo tuyo tan querido, y que tantas veces tuve entre mis brazos, fuera a
parar a cualquier vertedero, como si de un perro sin dueño se tratará. Por eso pedí tus cenizas, que en un principio
pensaba tirar al mar, a ese mar de la playa por la que tantas veces
corrías conmigo, dando pequeños ladridos
de alegría, pero hasta eso me duele, vida mía, y no lo voy a hacer. No quiero que te vayas
del todo, aunque en realidad no lo has hecho, porque siempre te llevaré en los
recuerdos y en mi corazón.
Mas no debo estar triste, hemos sido felices juntos y con
eso es con lo que me he de quedar. Además estoy segura que ahora estarás en
algún sitio maravilloso, corriendo y saltando muy contento y jugando con otros
perritos, sano y fuerte, como cuando eras joven, sin que te duela ya nada, y confío en que algún día nos volveremos a
encontrar y hasta que llegue ese momento intentaré recordarte con alegría, sin lágrimas, sabiendo que fuiste
muy dichoso a nuestro lado y nosotros también lo fuimos contigo.
Sé que con el paso del tiempo el dolor se suavizará pero, todavía, mi pequeño y querido perrito, me duele tanto
tu ausencia …
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